Desorden textual
Doce y 24 minutos, por la noche a veces las letras comienzan a caer de manera desordenada pero continua. Ayer me sentí mejor conmigo mismo, no sabía si era una forma terca de compadecer mi propia pena o simplemente un suceso aislado que fungió de paliativo para al vacío de mi alma. Doce y 25, tengo una ventana en el ordenador que empieza a parpadear, quiero dejar de textear, quiero empezar algo nuevo con esto, solo me falta una pequeña pista para recorrer el camino adecuado. Ya no veo el reloj, simplemente no me importa, sé que la media noche ya pasó y camina con pasos agigantados. Mi cabeza está tan lenta como la voluntad de despertarme por la mañana. Regreso a la cama, solo me falta una nueva excusa para escribir y no la tengo. Hasta mañana.