Crónica de un día Memorable
No como cualquier día, hoy desperté con una sensación de incertidumbre.
Mis ojos se abrieron como cada mañana, pero mi mente, despierta toda la madrugada, pensaba que sería de mi. Tenía una sensación amarga en los labios y sin explicación sentí ganas de llorar, la verdad no entendía que sucedía en mi interior.
El Dc. Wayne Dyer en ¨ Tus zonas erróneas ¨, dice que los sentimientos de malestar, rencor, cólera y tristeza son evitables, pero hoy ante esta situación, discrepo su punto de vista.
Busqué unos zapatos y me adentré en la ducha, pensando despejar el malestar, pero aun media hora después de dejar correr el agua sobre mi, las dudas siguieron hincándome.
Yo lo tengo todo, casa, familia, un amor incondicional, pero como persona sentía que me faltaba algo. Me vestí presurosamente para seguir con el diario trajín de estudiar.
Ni la bulla de las bocinas de los autos despejaban mi cabeza, no peleé con el cobrador que por costumbre me mandaba de una forma prepotente e irrespetuosa al fondo del microbús como si fuese un animal de carga sin valor, claro está que en mi interior se asimilaba bastante ese sentimiento de un ser inservible; ni pedí mi vuelto de tontos veinte céntimos que haciendo una junta amical servirían para un cigarrillo después en la universidad.
Estaba muy perturbado y parecía que nada alejaría esta neblina de mi cerebro. Al llegar a la universidad la clase se hizo más larga que nunca, entre bostezos y signos de aburrimiento; luego mis amigos y yo salimos a fumar, vino otra clase tan pesada como la anterior y yo seguía pensando que significaba esta incertidumbre. Lo cierto es que después de clases no quería llegar a casa, no quería quedarme en la universidad, no quería nada; ni siquiera salir con mi chica; por supuesto sino lo entendía yo, justificaba su amargura.
En el carro de regreso a casa recibí una llamada de mi padre, me decía que por favor le hiciera un trabajo en la computadora; lo mínimo que debía de hacer era ayudarlo, mi padre confiaba en mi.
Ya por la tarde después de haber pasado a la computadora palabras extrañas, rebuscadas, tecnicismos químicos y formulas matemáticas; sentí que necesitaba escribir algo.
Recordé que no hacía mucho tiempo había sentido casi lo mismo y en el bus había escrito un cuento tan corto que copó un boleto. Pues ahora tenía un cuaderno un lapicero y muchas ideas más para plasmarlas en cien hojas vacías que me llamaban a acariciarlas con un lapicero de tinta azul y suficiente para darles vida y desfogar lo que sentía.
Cuando alcé la mirada y vi mi reloj sobre la pared sin vida pero en movimiento eran las seis de la mañana y el día había sido muy largo, revise lo escrito y salí a la facultad, hable con la asistente de estudios, una señora de apariencia amarga pero muy tierna a la vez; pedí mi traslado a la facultad de literatura, había nacido en mi un niño llamado arte.
grinch! recien descubro tu blog nunca habia leido nada tuyo ta chevere este post me gusto.
ResponderEliminarvisita el mio pes rajemos el uno del otro o hagamonos propaganda... lo que salga
http.//alaentradadelacaverna.blogspot.com