Un Viaje a La Perla de los Andes - Tarma

La tarde empezaba a caer, llegamos al terminal que estaba lleno de buses formales e informales, y nos preparamos mentalmente para un largo viaje de 6 horas. Los llamadores ofrecían tarifas diferentes para cada lugar. El destino de nosotros era Tarma y el precio variaba entre 15 y 25 soles, todo dependiendo del día, la hora y las festividades del lugar. Los choferes informales, que elevaban de manera abusiva el precio condicionaban las salidas de los buses, así que decidimos ir en un transporte formal.

El bus presentaba una comodidad relativa, aunque eso realmente depende cada persona y su predisposición al sueño, algunos duermen todo el viaje, yo apenas pude dormir 15 minutos, benditos 15 minutos.

El viaje transcurrió entre cerros resplandecientes por el sol, lomas verdes como alfombras, quebradas pronunciadas, ríos caudalosos y abismos que coquetean con la muerte. Viajando de noche solo ves el reflejo de las luces internas impresas en la luna, no podrás apreciar absolutamente nada así que, si eres de los que no duermen, te recomiendo llevar un libro y deja el celular para la ciudad y sus fotos.

La ciudad de Tarma nos recibe con un abrazo no tan cálido, por la baja temperatura a la que no estamos acostumbrados en la Lima húmeda, pero esto es compensado por el cariño de su gente. El aire frio golpea tu nariz y cala en los huesos, recuerda que tienes que abrigarte más de lo habitual.

No es difícil separar un hospedaje desde la capital, creo que es lo más indicado. Nosotros llegamos a la media noche y buscamos un refugio temporal. Caminando cerca al centro, encontramos un hotel con olor a madera podrida, que chillaba como quejándose cada vez que la pisábamos. A esa hora solo era importante pasar la noche. Las habitaciones costaban entre 10 soles la simple, hasta 220 soles la matrimonial; dicen que en la variedad está el gusto, así que Tarma se presta para ello.

Dormir en una provincia no es difícil, sin embargo, era el Domingo de Ascensión y en Tarma la fiesta era infaltable por la noche. En cada rincón de la Plaza de Armas se exponían arcos rodeados de naranjas, cada mayordomo y jefe de familia se lucía con sus mejores galas, contratando a los mejores músicos y bandas de la localidad para realzar su esquina. Como en un tradicional cuadrilátero de box, las esquinas se disputaban la hegemonía de la plaza. Los tarmeños se amanecían en las calles libando licor hasta que pierden el conocimiento, no los juzgo, es algo que me sorprendió por primera vez.

La bebida típica de la sierra es el calentito y en Tarma, sierra central, era infaltable esta bebida. Preparada en partes proporcionales de cañazo o ron, emoliente, limón y miel, se mezcla en un recipiente de vidrio reciclado. Nosotros nos aseguramos con cuatro botellas de este potente calentador corporal y nos dirigimos de nuevo al hospedaje a descansar para el próximo día, arduo viaje que nos esperaba.

Al amanecer Tarma exhalaba un aire puro y un sol radiante que nos abrigaba, tan radiante que en ocasiones cegaba nuestra visión, y no es por exagerar pero el clima en nuestra sierra es tan extremo, en la noche nos congelábamos y por la mañana era todo lo contrario.

Buscamos un tour que nos guíe por la ciudad, aunque literalmente los jaladores vienen a ti. Entre disputas y ofrecimientos, puedes elegir tres diferentes tours que te llevarán a conocer la sierra y selva; los precios están entre 20 y 35 soles dependiendo de la cantidad de personas que lo contraten o si eres estudiante universitario. El tour te recoge del mismo hospedaje.

Tarma encierra un mundo místico como ninguna otra ciudad, existen miles de leyendas y mitos que nutren su cultura, la amplían y crean una fuerte identidad que lamentablemente se ha ido perdiendo en otras provincias del Perú.

Tomamos el tour de la sierra, nuestro guía se animó a contarnos algunas leyendas y mitos. Recuerdo alguna sobre almas asesinas llamadas condenados, fantasmas que en vida fueron personas malas, avaras, usureras y que vivían de las desgracias ajenas. Los condenados tenían un orificio en la garganta y todo lo que comían era expulsado por ese mismo lugar. Obligados a calmar su hambre, asesinaban a más y más personas que andaban solas por el camino.

HUAGAPO

 

Nuestra primera parada fue Huagapo, una gruta inmensa reconocida por ser una de las más profundas del mundo. Diferenciamos una gruta de una cueva porque la gruta es una cavidad que contiene agua en su interior. A Huagapo llegan turistas de diferentes partes para introducirse en ese mundo oscuro y húmedo apartado de la civilización, donde se tejen muchas historias. Huagapo tiene una profundidad sin definir, pero los expertos han llegado a unos 2850 metros al interior. El acceso es muy difícil.

Para ingresar a la gruta debemos subir el cerro, es muy incómodo respirar en la altura, tuvimos varios rezagados buscando una bocanada más de oxígeno para impulsar al cuerpo durante la subida. Recomendamos tomar un buen desayuno temprano para no sufrir de cansancio extremo y mareos.

La subida nos tomó alrededor de 30 minutos, el camino está bien señalizado, pero no es terreno afirmado. Por fin llegamos a la boca de la gruta, imponente y oscura, se abre para apreciar la maravilla de la naturaleza. Nos reciben diferentes formas, caprichosas, que han sido formadas durante cientos de miles de años por estalagmitas y las estalactitas. Vírgenes, cardenales, patas de caballos, siluetas de leones, boas constrictoras y demás nos recuerdan el poder de la imaginación y nuestra capacidad de abstracción que refuerzan las leyendas, lo místico, lo religioso, lo sagrado, lo divino.

Dentro de la gruta hay muchos caminos angostos, habilitados por los primeros expedicionarios. Acondicionados con una cuerda y linternas, nos dispusimos a continuar el camino a lo desconocido. La gruta presenta mucho barro, en lo personal me costó mucho avanzar, me resbalé y caí un par de veces. Sin embargo, es emocionante tener un tiempo para sentarse y pensar. En la oscuridad total con el arrullo del río erosionando la tierra a su paso, tu mente puede abrirse un poco más. 

Una leyenda cuenta que, en la época prehispánica los invasores Incas quisieron conquistar al pueblo de los Taramas, de donde proviene el nombre Tarma, una cultura que nunca quiso sucumbir a las presiones militares de los grandes conquistadores del Tawantinsuyo. Durante la invasión, cientos de mujeres y niños ingresaron a la gruta para escapar de la guerra y quedaron atrapados. Los pobladores comentan que, si te quedas en silencio, podrás escuchar los gritos de esas personas que aún siguen atrapadas en las entrañas de la gruta.

En las faldas de esta inmensa montaña encontramos un gran criadero de truchas, exquisitos peces oriundos de la sierra que llegan a medir entre 35 y 40 cm de largo.

EL BENDITO SEÑOR DE MURUHUAY

 

Retomamos nuestro camino hacia Acobamba, que alberga al Señor de Muruhuay. La imagen del Señor de Muruhuay ha viajado alrededor de todo el Perú, tanto que, durante la migración a Lima, los inmigrantes trajeron consigo sus costumbres e imágenes. Aún en algunos buses y combis podemos encontrar frases como Guíame Señor de Muruhuay, para proteger a los ómnibus de choques, volcaduras y en sus travesías diarias.

En Acobamba el sentir religioso es muy fuerte, es muy contagioso y a veces hasta abrumador. Entramos en una capilla construida por alemanes y que mantiene la estructura de la montaña en la que fue encontrado al santo patrono del lugar. La capilla guarda celosamente la imagen que, según la historia, fue tallada con la espada de un soldado que agradeció a Cristo por haberlo salvado de las garras de la muerte durante los tiempos de la emancipación.

Al anochecer, nos hospedamos en Acobamba. El hospedaje es más barato y el pueblo es más tranquilo que la ciudad de Tarma. Para suerte nuestra, otra festividad se estaba celebrando así que compartimos un poco y conocimos más de su cultura. El hospedaje estaba cerca de la Plaza de Armas, así que nos ubicamos y salimos a ver la fiesta. Durante la fiesta, se quemaron castillos y nunca faltó el licor.

El nuevo amanecer nos tomó por sorpresa, cuando piensas descansar más es cuando menos lo haces. La mañana empezó vertiginosa con un baño de aguas gélidas que despierta hasta el alma.

CHANCHAMAYO Y LAS CATARATAS

 

Luego, emprendimos el viaje a Chanchamayo, la selva de Junín. Durante el viaje verás cómo se diversifica la flora y fauna animal de esta región; los diferentes pisos altitudinales nos muestran desde el incondicional ichu, las tunas y cactus, hasta los frondosos árboles sembrados en las inmensas montañas verdes, que codo a codo, luchan en una carrera incesante por una caricia del sol.

Los insectos, otrora escasos en la sierra por el frío, empiezan a aparecer como por arte de magia. Por ello, al llegar a San Ramón tuvimos que vacunarnos contra la fiebre amarilla. La vacuna fue gratuita y te entregan un carné que certifica tu ingreso. Un picotazo doloroso en el antebrazo, me abrió las puertas de oro a la selva, San Ramón.

Una vez aquí, nos decidimos a visitar las cataratas Bayoz y el Velo de la Novia. Subimos un cerro verde muy parecido al que ascendemos para llegar a Machupicchu, demasiado estrecho y copado de barro para mi susto. Caminamos alrededor de 50 minutos. El Velo de la Novia es un paraje hermoso, una pintura en movimiento, una exótica salvaje y peligrosa puesta en escena, que se vuelve dulce a la mirada. Por otro lado, la catarata de Bayoz es increíblemente poderosa, reluciente, aplastante y temeraria. Nos quitamos nuestros calzados y nos refrescamos cerca de la caída de agua.

Relajados y con las mejores vibras del mundo retomamos el camino y llegamos a la comunidad nativa Pampa-Michi, donde nos enseñaron sus costumbres, danzas y actividades. Una bonita experiencia, que luego nos sorprendería, con los mismos nativos que nos dieron el espectáculo, vestidos de manera más urbana que rural bailando en una discoteca cerca de La Merced. Regresamos al hospedaje en La Merced, dormimos mejor. La aventura estaba por terminar y Lima nos esperaba para cubrir narices con húmedos vientos.

Al amanecer, nos trepamos al mototaxi que nos dejó en el terminal hacia Lima. Encontramos una empresa que nos ofrecía traernos a Lima desde La Merced por 15 soles, sí, increíblemente 15 soles, una muy buena oferta que no desperdiciamos.

Nos acomodamos en nuestros asientos y nos alistamos para una larga travesía de ocho horas ya que partíamos desde La Merced. Paramos una vez para almorzar y comprar algunos souvenirs.

Y llegamos a Lima, la Tarma que suponíamos, no es más la de los libros. Tarma se convirtió en uno de mis lugares favoritos de la sierra, precisamente llamada La Perla de los Andes por Antonio Raymondi. Te invito a visitarla, recorrer sus haciendas, admirar sus flores y respirar un nuevo aire.







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